Hace unos días me detuve a pensar: llevo más de 20 años siendo ilustradora. Media vida.
Me remonto al año 2005, en Caracas, tenía 21 años recién cumplidos y un título en la mano que decía “Ilustradora”. Era un momento de mucha ilusión, pero también de incertidumbre total.
Sabía dibujar, sí. Tenía horas de práctica, trabajos de la carrera, proyectos personales… pero lo que no sabía era cómo vivir de eso. Nadie te enseña a vender, a ponerle precio a tu tiempo, a tratar con clientes que muchas veces no saben ni lo que quieren. Y ahí empieza el verdadero reto: pasar de estudiante a profesional.
Hoy, después de dos décadas entre papeles, lienzos, murales, logos, ilustraciones digitales, clientes maravillosos (y otros que no tanto 😅), quiero compartirte lo que aprendí. Aquí van 10 tips para que no mueras en el intento si decides dedicarte a la ilustración —o a cualquier camino creativo.
1. El portafolio es tu carta de presentación
No importa si todavía no has trabajado con clientes: tu portafolio habla por ti.
Cuando me gradué, lo primero que hice fue recopilar lo mejor que tenía: proyectos de la carrera, bocetos personales, pequeños encargos. Lo importante es mostrar lo que sabes hacer y que te reconozcan por ello.
Hoy en día tienes las redes sociales, Behance, Instagram, incluso una web sencilla para subir tus trabajos. ¡No hay excusa! Y sobre todo: deja tus datos de contacto visibles. Nunca sabes quién puede encontrarte.
2. Valora tu trabajo (y tu tiempo)
Este es un error muy común cuando empiezas: regalar lo que haces porque “todavía no eres profesional”.
Sí, puedes cobrar menos al inicio, o aceptar algún intercambio puntual, pero no regales tu tiempo ni tu talento. Ese hábito es difícil de quitar y, además, no ayuda a la profesión.
Recuerda: detrás de una ilustración hay horas de práctica, materiales, formación y creatividad. Si no lo valoras tú, no lo hará nadie.
3. La responsabilidad primero
Puede sonar aburrido, pero te lo digo: cumple siempre con tus entregas.
En un mundo creativo donde muchos creen que el arte es puro capricho, ser responsable te distingue. A veces el cliente no se queda con el mejor ilustrador, sino con el más cumplido.
4. Comunica, aunque sea incómodo
Los retrasos pasan, los bloqueos creativos también. Y es mejor decir: “necesito un día más” que desaparecer y dar excusas después. Mantén al cliente informado y la relación será mucho más fluida.
5. El briefing es tu brújula
Lo más difícil de un proyecto muchas veces es descifrar lo que el cliente quiere.
Te dirán frases como: “quiero algo moderno, pero clásico” o “hazlo bonito, pero simple” 🤯.
Por eso: pide un briefing. Pregunta qué colores le gustan, qué referentes tiene, qué marcas admira. Mientras más información tengas, menos dolores de cabeza al final.
6. Limita tus propuestas y cambios
Un error de principiante es entregar mil opciones al cliente “para que escoja”. No lo hagas.
Eso solo te desgasta. Establece un límite: máximo 3 propuestas iniciales y hasta 3 rondas de cambios. Créeme, tu paz mental lo agradecerá.
7. Trabaja de frente, no a espaldas del cliente
Nunca avances un proyecto final sin la aprobación de bocetos o ideas previas.
Se aprende a las malas. No perdieras tiempo, energía y ni ganas.
Por eso: bocetos primero, finales después. Pulir ideas antes de entrar al detalle ahorra horas de frustración.
8. Si no tienes clientes aún, sigue creando
Cuando recién salí de la carrera, no tenía encargos constantes. ¿Qué hice? Me inventé proyectos.
Una de mis tácticas fue hacer retratos de participantes de realities famosos del momento y subirlos a redes con hashtags de tendencia. ¿El resultado? Me empezaron a seguir y contactar personas que luego se convirtieron en clientes reales.
Así que ya sabes, si no te buscan, haz que te encuentren. Lo importante es que tu trabajo esté allá afuera.
9. Aprende a manejar la frustración
En 20 años, he tenido proyectos que me llenaron el alma… y otros que terminé solo porque había que pagarlos. Y está bien.
No todo va a ser perfecto ni soñado. Habrá clientes que no entienden tu estilo, encargos que te aburren o trabajos que se caen a última hora.
La clave es seguir creando para ti también. No dejes que lo comercial te robe la pasión.
10. Disfruta del proceso
Parece obvio, pero se nos olvida: si elegiste esta profesión es porque te hace feliz dibujar, inventar mundos y darles vida en papel o pantalla.
Sí, hay días de cansancio, de dudas, de pensar “¿hice bien en dedicarme a esto?”. Pero también están esos momentos mágicos en los que alguien ve tu trabajo y sonríe, o se emociona porque lograste plasmar lo que sentía.
Y eso, créeme, vale todo el esfuerzo.
Ser ilustradora no es un camino fácil ni lineal. Es más bien como un garabato: con curvas, enredos, tachones y aciertos.
Pero después de 20 años, si miro atrás, solo puedo decir que sí vale la pena.
No me arrepiento ni un día de haber tomado este camino. La ilustración me ha dado un oficio, un lenguaje propio y una forma de ver el mundo que no cambiaría por nada.
Si estás empezando, quédate con esto:
👉 Muestra tu trabajo.
👉 Valóralo.
👉 Sé responsable.
👉 Aprende en el camino.
👉 Y, sobre todo, disfruta el proceso.
Porque al final, la ilustración no solo se trata de dibujar… se trata de vivir.