Ser ilustradora suena a sueño mágico: lápices, colores, dibujos, historias… Pero cuando empiezas, la realidad es otra: dudas, caos y muchos «ojalá lo hubiera sabido antes». Si pudiera volver atrás y hablar con mi yo ilustradora del pasado, estas serían algunas de las cosas que le diría (con cariño, pero también con lápiz en mano). 🖌️💬

✨ 1. Hay muchas más salidas que trabajar para Disney

Cuando comienzas a soñar con ser ilustradora, te imaginas animando para Pixar o creando una peli para Studio Ghibli (confiesa, tú también lo pensaste 😅). Pero la ilustración es un mundo con mil caminos: editorial, publicitaria, textil, packaging, cómic, diseño de personajes, ilustración infantil, científica, educativa… ¡y mucho más!

Cuanto antes descubras esas ramas, antes podrás encontrar tu lugar.

💸 2. Se puede vivir de la ilustración (aunque nadie te da el mapa)

Sí, se puede. Es posible. ¡Hay gente que lo hace! Aunque aún estoy en proceso de descifrarlo por completo, lo cierto es que sí se puede. La clave está en encontrar tu estilo, diversificar tus ingresos, trabajar tu marca personal y entender que este es un camino de fondo.

Spoiler: vas a aprender de todo un poco… y a veces también de todo mucho.

💰 3. ¿Cuánto vale tu trabajo? Aprende a poner precios

Otro gran «nadie me dijo»: las tarifas. Cuando comienzas, todo es incertidumbre. ¿Cuánto cuesta una ilustración? ¿Y una portada? ¿Cómo calculo mi hora de trabajo?

Te diría que aprendas sobre tarifas, contratos y propiedad intelectual desde ya. Porque no se trata solo de dibujar bonito, también de saber defender tu trabajo con claridad y seguridad. Y sí, eso incluye decir no a trabajos que no te valoran. 💪

🧠 4. Ser ilustrador no siempre es ser artista (y está bien)

Una de las cosas que más me costó entender: un ilustrador comunica, un artista expresa.

Ambos usan imágenes, pero el ilustrador tiene un mensaje que contar (y a menudo, un cliente detrás con una necesidad específica). No siempre vas a dibujar lo que te inspira, pero vas a aprender a contar historias a través de lo que dibujas. Y eso también tiene magia.

🛍️ 5. Nadie te enseña a vender tu arte (y deberías aprenderlo)

Cuando terminas de estudiar, sales a un mundo salvaje, sin brújula ni mapa. Te toca ser ilustradora, pero también:

Aprender a vender tus ilustraciones (y no morir en el intento) es parte del viaje. Ya sea en ferias, en tu web, por encargo o a través de productos físicos como stickers, prints o merchandising: cada venta es una victoria. 🛒🎨

🎁 6. El merche (merchandising) es una ventana a tu mundo

No subestimes el poder de ver tus ilustraciones en productos reales. Una tote bag, una taza, un cuaderno… Son una forma de conectar con tu público, hacer crecer tu marca y ¡ganar dinero con lo que amas! Si te lo estás pensando: lánzate, prueba, aprende. Todo suma.

💭 En resumen…

Si estás empezando como ilustrador@, que sepas que no estás sol@. El camino tiene dudas, sí, pero también tiene muchísima satisfacción. Y si algo me ha quedado claro, es esto:

“La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando.”
— Pablo Picasso

Así que, ponte a crear, equivócate, aprende y repite. El estilo se encuentra creando. Los clientes llegan cuando comunicas con claridad. Y la confianza… se construye paso a paso.

💬 Y tú, ¿qué le dirías a tu yo ilustrador@ del pasado?

Te leo en los comentarios. Y si este post te hizo pensar, ¡compártelo con alguien que esté empezando!

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