Crear una marca personal es un reto que requiere años de conceptualización y autoconocimiento. Diseñar un logo para otros puede ser un proceso más sencillo, pero cuando se trata de uno mismo, la tarea se vuelve compleja. Es necesario conocer bien nuestros gustos, valores y la forma en que queremos ser percibidos por el público.

A lo largo de los años, he pasado por distintos logos, pero ninguno terminaba de convencerme. Mis primeras versiones eran básicas, y aunque reflejaban mi identidad en cierto modo, sentía que les faltaba algo. Voy a contarles sobre los dos últimos antes de llegar a mi diseño actual.

Uno de ellos era un imagotipo basado en la silueta de mi perrita Kyra. Ella era una mezcla de razas muy particular y su aspecto llamaba mucho la atención: parecía un dóberman con el tronco ancho, como una morcilla con patas largas. Tenía una forma peculiar de levantarse y eso me parecía entrañable, por lo que decidí plasmarla en mi logo. Sin embargo, aunque la amaba profundamente, no lograba sentirme identificada con la imagen de un perro. Había algo más que necesitaba expresar, pero no sabía qué era exactamente. Por eso, decidí cambiarlo y optar por algo más sencillo: un logo tipográfico.

Este nuevo diseño consistía en letras creadas por mí con un estilo vintage. La «a» era minúscula y destacaba en mi color favorito: rojo. Sin embargo, seguía sin sentir que representara completamente mi identidad como ilustradora. Me preguntaba: ¿Por qué no hay una ilustración en mi logo si me dedico a ilustrar? ¿Será que debería hacer una caricatura de mí misma? Probé varias opciones, pero ninguna me convenció del todo, así que decidí conformarme con ese diseño por algunos años.

Hasta que finalmente tuve una revelación: ¡no podía hacer un logo sin un briefing propio! Siempre pedía a mis clientes que llenaran un briefing detallado antes de diseñar para ellos, pero nunca me había detenido a hacer uno para mí misma. Fue en ese momento cuando decidí crear un moodboard con todo lo que me gustaba y me identificaba.

Por supuesto, los perros estaban presentes, pero no representaban mi personalidad por completo. Me di cuenta de que elegir un animal favorito no era suficiente para plasmar mi identidad. Después de una profunda retrospección y mucha investigación, encontré un animal con el que me sentía verdaderamente identificada: el erizo.

El erizo es un animal fascinante que refleja muchas facetas de mi personalidad. Es adorable pero también defensivo, independiente y simboliza protección, introspección, cautela y renovación. A partir de ahí, comencé a bocetar y descubrí que no solo estaba diseñando un logo, sino que estaba creando un alter ego. Nació «Punky», un personaje que encarna mis gustos y mi esencia.

Sin embargo, un logo debe ser simple, funcionar en distintos tamaños y ser fácil de identificar. No podía plasmar un personaje demasiado detallado, así que refiné la idea y la simplifiqué hasta lograr un diseño equilibrado. Apliqué la proporción áurea para estructurarlo y, por fin, tuve mi rediseño definitivo: una marca que me representa a la perfección.

Para completar la identidad visual, elegí una paleta vibrante con tonos rojos, fucsia, beige y púrpura. Ahora, con mi logo y mi personaje, tengo una herramienta poderosa para conectar con mi público, compartir mi trabajo y transmitir mi esencia como ilustradora.

Este proceso fue un viaje de autodescubrimiento que me permitió conocerme mejor y traducirlo en mi identidad visual. Si estás en proceso de crear tu propia marca personal, mi consejo es que te tomes el tiempo para explorarte a fondo. No es solo diseño, es un reflejo de quién eres.

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