💭 Lo que aprendí en la práctica (y en la vida)

Pues mira, esta es una de esas preguntas que me han hecho varias veces, sobre todo gente que está empezando o que está pensando en dar el salto a lo creativo. Y mi respuesta es: ¡sí, sí y mil veces sí!
Eso sí… con sus matices, como todo en la vida.

Hace unos 20 años (¡sí, ya ha llovido!), cuando estudié ilustración, no era una carrera “de moda” ni mucho menos. No había tantas salidas, ni recursos online, ni redes sociales para mostrar tu trabajo en dos clics. Y ahora además, súmale la inteligencia artificial, los bancos de imágenes y un mercado que cambia más rápido que tú aprendiendo un nuevo atajo en Photoshop. Pero aún con todo eso, no me arrepiento ni un día de haberme dedicado a esto.

Recuerdos de trazo fino (y rebeldía también)

Haciendo este post, me dio por abrir el baúl de los recuerdos. Literal.
(Soy acumuladora de recuerdos, lo admito. Mis fotos físicas y digitales me siguen de mudanza en mudanza, de país en país… y sí, hablo de fotos físicas de verdad, hasta con negativos, que eso ya ni existe).

Me trasladé directamente a mis años de estudio en el Instituto de Diseño de Caracas. Qué época tan bonita. Tanta información, tanto talento junto, tantos profesores que marcaron camino, lindos amigos, rebeldía (esa nunca falta), y un montón de anécdotas que me hacen sonreír. Esos años no los cambio por nada. Y cuando me preguntan si valió la pena estudiar ilustración, la verdad… sería tonto pensar que no.

Lo que nadie te cuenta: haces de todo

Si te vas a meter en este mundo, que sepas algo: no solo vas a ilustrar.
Yo soy mi propia jefa, empleada del mes, community manager, fotógrafa, diseñadora web, diseñadora gráfica, contadora, asesora de marketing, programadora autodidacta (¡hola, WordPress!), y últimamente hasta aprendiendo SEO y SEM.
Vamos, que si existiera un máster en supervivencia creativa, ya lo tendría.

Lo que aprendes en el camino (y lo que la vida te enseña)

Sí, estudié ilustración. Pero la mayoría de las herramientas que uso hoy las aprendí sobre la marcha. Porque este oficio no se queda quieto. Evoluciona y te obliga a crecer con él. A veces da vértigo, sí, pero también emoción.

En Venezuela, sinceramente, no pude ejercer la ilustración como quería. Así que me tocó adaptarme: diseño gráfico, diseño web, encargos freelance… lo que viniera. Pero cuando llegué a Málaga, se abrió una nueva etapa. Pude reconectar con mi lado ilustrado y retomar mi carrera desde otro lugar, con más madurez y perspectiva. Desde entonces, he hecho de todo un poco: murales, invitaciones de boda, personajes, camisetas, identidades visuales… ¡y lo que falta!

Entonces… ¿vale la pena?

Totalmente. No solo porque es mi trabajo, sino porque es parte de mi identidad.
Hoy en día también tengo otros proyectos y emprendimientos que me hacen crecer en otras direcciones, pero la ilustración siempre está ahí, como un hilo conductor.

¿Es fácil? No. no todo es rentable desde el minuto uno..
Pero si te apasiona dibujar, contar historias con tus trazos y crear mundos desde cero, entonces sí: vale cada segundo, cada línea, cada clic, cada trasnoche.

Porque más que una carrera… la ilustración es una forma de ver la vida.
Y la mía no la entiendo sin ella.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *